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GUILLO

GUILLERMO MARQUEZ AMADo  "PIZCO" ! !

continuación del artículo de la primera página

Cincuenta años más tarde, una vez más la sociedad panameña transita por los mismos graves problemas que vivió cuando, para 1968 y 1989, las instituciones no funcionaban, las autoridades evadían sus responsabilidades antes que comprometerse a cumplir sus deberes con el servicio público, y hoy con diversos títulos a los que con frecuencia asocian la palabra ‘honorable', como si la etiqueta pudiera cambiar el contenido venenoso y sucio de un remedio que nos quieren vender como institución democrática, que ya desnaturalizaron con negociados aviesos, oscuros e inmorales, el caudillismo, esta vez asentado en la Asamblea Nacional principalmente, pero con la colaboración de muchos funcionarios de los otros órganos del Estado, ha vuelto a hacer de Panamá un nombre que genera desconfianza, evoca corrupción e inspira distanciamiento en el exterior, e internamente un renovado deseo de independencia, pero de la corrosión que nos invade desde las instituciones mismas.

No hay ya más remedio. Así como en 1855 hicimos lo posible por tener una independencia, siquiera limitada, como proclamó Justo Arosemena, apelando al federalismo sin separarnos de Colombia, hoy solo queda por agotar como iniciativa la de educar o renovar integralmente la Asamblea Nacional o llamar a una constituyente, que ponga al servicio de los ciudadanos los órganos del Estado, hoy desorientados en cuanto al conocimiento y cumplimiento de sus deberes.

De dónde vendrá esta vez la fuerza para hacer los cambios que necesitamos y adecuar un sistema democrático, que ha venido siendo desmantelado desde 1994, no debe ser sino de nosotros mismos, nuestras convicciones, conocimientos y determinación, no con politiquería electorera, sino con Ciencia Política, y debemos hacerlo de tal modo que la solidez de la estructura diseñada sea capaz de soportar el tiempo y los embates de los grandes problemas económicos, sociales, diplomáticos y mundiales que, como nubes grises, se agolpan en el horizonte, presagiando tormentas.

Después, sin duda, habrá novedades y temas que ajustar, porque siempre surgen nuevos retos, nuevas demandas, tecnologías y necesidad de modernizar, pero una base bien puesta dura en el tiempo y garantiza, incluso, la posibilidad de que el Estado se adapte sin traumas o con los menores inconvenientes a un futuro, que debe ser prometedor y no como el presente en que estamos sumidos, sin confianza en nuestros funcionarios ni nuestras instituciones, carentes de justicia, con malos ejemplos y con pocas esperanzas.

A la puerta toca la nueva independencia, la del fortalecimiento del Estado, el cambio constitucional, el establecimiento de instituciones al margen de la codicia de sus integrantes y de la corrupción de sus ‘honorables', donde la justicia sea sol y estrella.

Mi Panamá enferma

 

Guillermo Márquez Amado (PIZCO)

He dicho enferma, no postrada. Postrada, en cama y con venoclisis estaba cuando Manuel Antonio Noriega era el comandante de las fuerzas de defensa, como se llamaba entonces el ejército de ocupación interna.

 

Enferma porque a pesar de su cara alegre y su actividad social y productiva lleva por dentro el virus de la inequidad, la corrupción, el partidismo, la pereza, el miedo y la oscuridad. Estas sabandijas pueden hacernos regresar a la postración. Siempre habrá un curandero dispuesto a recetar cama a cambio de ordeñar nuestras finanzas como si se tratara de hospital caro.

Enferma porque el más importante valor de una sociedad, como ha dicho un organismo internacional que evalúa los sistemas de administración de justicia, respecto a la nuestra, ésta es “desigual, corrupta, politizada, ineficiente e intransparente”, verdad que ya percibimos los panameños y que no cambia ni va a mejorar porque se invierta todo el capital del mundo en propaganda, lo que únicamente añade un defecto más: la plasticidad.

 

Enferma porque en lugar de someterse a tratamiento para sus males, espera que con el paso del tiempo desaparezcan. Ilusa. Las enfermedades se enfrentan y se combaten, incluso con sacrificios, no con pusilanimidad.

 

Enferma porque a pesar de normas constitucionales que son verdades de a puño como la que prohíbe al apoyo oficial directo o indirecto a candidatos a puestos de elección popular, aun cuando fueren velados los medios utilizados a tal fin, hay funcionarios que no obstante tener responsabilidades de primer orden, resbalan en la falta de ejemplo. Perdonable porque somos humanos, pero imperdonable si no admitimos que ha habido una falta, con ánimo de arrepentimiento y propósito de enmienda.

 

Enferma porque la corrupción campea y se pasea en tantas actividades sin que se aparte de nuestra sociedad a sus agentes, mandándolos a purgar penas a las cárceles no para castigarlos, eso es tarea de Dios, sino para que no sigan causando daño y no contaminen a quienes aún creemos en la honradez y para que otros que puedan sentirse tentados se convenzan de que puede no ser un buen negocio si vas a terminar encerrado.

 

Enferma porque en nuestros actos y en los de nuestros funcionarios, el concepto de la equidad, de que lo que hago debe ser justo y tener presente el bienestar general debe ser guía y patrón de juzgamiento de conductas.

 

Quiero creer que la escogencia de los nuevos magistrados contribuya a lo que parece ya un propósito de adecentar la administración de justicia, aunque falta mucho. También quiero pruebas.

 

Quiero creer que las agencias anticorrupción comenzarán a dejarse sentir con intensidad en nuestro medio, en el ejercicio de sus responsabilidades, con procesos ágiles y resultados.

 

Quiero creer que tendremos el valor suficiente para aplicar los valores de una democracia con coraje, vigor, equidad y transparencia.

 

Así sanará la patria.

 

Panamá, 19 de diciembre de 2007

LUCHA CONTRA LA CORRUPCION 

Guillermo Márquez Amado

 

Hace ya dos años que la entonces nueva procuradora general de la nación activó los mecanismos legales del Ministerio Público para investigar lo que, para ese momento, eran reiterados y abundantes rumores sobre la reinante corrupción que había tenido lugar durante el gobierno de Ricardo Martinelli Berrocal. Sus actos atizaron la esperanza de miles de panameños de que en nuestro suelo reinara la justicia.

Como consecuencia, antes de que  concluyera el mes de enero de 2015, hubo arrestos y citaciones a declarar y desde entonces se han producido no menos de 100 detenciones que involucran a exfuncionarios de múltiples instituciones del Estado como la Presidencia de la República, el Programa de Ayuda Nacional, la Autoridad de Ciencia y Tecnología, y un largo etcétera, además de múltiples nuevos “empresarios” (incluyo a empresarias), amigos, parientes y socios del expresidente Martinelli, sin contar con que hay varios de quienes se dice reiteradamente que hicieron millones de los que han hecho gala, pero permanecen, como se dice en el mundo de la delincuencia que nos legó el gobierno militar, pecho a tierra.

Las noticias dan cuenta de más de 250 personas para quienes los fiscales han pedido llamamiento a juicio, y que no menos de 25 expedientes reposan en los despachos de jueces y magistrados, esperando que se decida la suerte de  la integridad moral de la nación, cuyo pueblo aprenderá a robar más si no ve ejemplos disuasivos; por otra parte, están los casos de aquellos que pueden haber sido imputados siendo inocentes, pero que sin haber robado nada son vistos como ladrones, de donde la lección es: si llegas a un cargo público roba, porque igual te verán como ladrón.

Qué justicia tan injusta la que tenemos y qué administradores de justicia tan cómplices de los delincuentes y tan enemigos de la sociedad a la que deben proteger haciendo la justicia que no tenemos.

Ahora, con el caso Odebrecht, se torna aún más dramática la situación de injusticia que vivimos en Panamá, que administrada por el Órgano Judicial  y por el Ministerio Público, hacen el favor de apresar a quienes roban monedas y rinden pleitesía a dueños de fortunas que no trabajan para producir sino para despojar a quienes producen, con lo que el destino de la Nación será de indigno servilismo a improductivos ladrones encopetados que continuarán encubiertos por las instituciones, obedientes a los delincuentes que llegarán siempre al poder gracias a la corrupción de la que obtienen el dinero para pagar sus campañas políticas y obtener votos merced a un deficiente sistema electoral.

Para superar esta situación, hay que luchar frontalmente y sin hipocresías contra la corrupción; no hacerlo es ser corrupto y esta sociedad ya no puede más ser eso.

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