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JORGE ENRIQUE GUTIERREZ ANZOLA

Por: NULLVALUE

 6 de enero de 1992

http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-7292

Del catedrático, del magistrado, del político ponderado e imparcial, se ha hecho el elogio. Más que el elogio, quienes disfrutaron de su intimidad deben haberle rendido, del fondo del alma, el tributo de su gratitud porque Jorge Enrique Gutiérrez fue el amigo por excelencia. Los poderosos de Colombia, como los más modestos ciudadanos, se beneficiaron de los atributos de su corazón generoso. Buen amigo en las horas difíciles, en las que era menester apelar a su consejo, era igualmente incomparable cuando en las horas de recreo alegraba las reuniones sociales, con la gracia de sus relatos. Tenía el don de adobarlos con una excelente imitación de los personajes que describía, y reproducía, con todo rigor, las escenas más inverosímiles de la vida política y de la vida universitaria.

En la época dorada de la Ciudad Universitaria, cuando se iniciaba como Ciudad Blanca la Facultad de Derecho, se destacó como eminente profesor de Derecho Penal, rama en la cual se desempeñó con singular versación desde la juventud, y como elemento de compenetración entre el profesorado del Claustro y la pléyade de estudiantes que enriquecieron con su mística aquellos primeros años de renovación intelectual.

Su modo de ser pragmático, su independencia de carácter, le granjearon la confianza de un gremio tan difícil como el alumnado, y, por años, su presencia fue garantía de soluciones concertadas para los problemas de la Facultad.

Fue un hombre para todas las circunstancias, que lo mismo podía hacer derroche de energía, sin alarde, que gastarse bromas o compartir las diversiones juveniles con sus alumnos sin que jamás dejara de inspirar respeto.

Tan grande fue el aprecio en que lo tuvieron la comunidad de los amantes del Derecho y los gobernantes de turno que, por más de seis lustros, fue asesor de los gobiernos en cuanta comisión se creó para modernizar el vetusto Código Penal que regía en la época de su graduación.

Puede afirmarse, sin hipérbole, que su aporte a la ciencia penal ha sido el más rico y valioso en todo el siglo XX colombiano. Su muerte enluta su hogar, su profesión, su magisterio, pero particularmente el corazón de quienes fuimos sus colegas y conocimos de cerca sus virtudes de ciudadano y de amigo.

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