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Me duele la muerte de María Teresa. La vi por última vez hace un par de años en su apartamento decorado con algunos de los muebles de su gran casa paterna, vecina de la de los Uribe Iregui, que estuvo siempre abierta para nosotros. Esas dos casas, de estilo inglés,  reflejo del señorío y la elegancia de la alta sociedad bogotana. Conservaba su buen humor, no exento de perversidad, por la que fue famosa en las fiestas de su época cuando se disfrazaba con lo que encontrara en el closet de su anfitriona y hacia morir de risa a los invitados.

 

Me parece ver a María Cristina de Michelsen  y a ella, dos señoras casadas y con hijos que llegaban a la  universidad a darle un nuevo sentido a sus vidas, sentadas en primera fila, escoltadas siempre por Ernesto Samper y Gabriel Pardo, como una vanguardia bogotana unida en su trinchera para defenderse de la invasión de las provincias. Fue inevitable que adoptaran a los más desvalidos. Muchas mañanas  fuimos al salón Virrey del Hotel Tequendama, a comer tostadas francesas, pagadas por María Cristina, con Samper y Córdoba, a burlarnos el mundo, mientras los demás tomaban tinto en la cafetería de la universidad. El discreto encanto de la burguesía.

 

No sabíamos entonces las glorias y amarguras que nos depararía la vida, pero confiábamos en que siempre íbamos  a contar con ellas dos, con su amistad y apoyo, a pesar de las diferencias de edad y de circunstancias familiares. Y así fue. A cada uno nos ha tocado una buena dosis de las dos cosas.  Ambas dejaron ese recuerdo imborrable que es el de las pocas personas en la multitud que tocan nuestro corazón.

 

María Teresa con todo y sus abolengos, era una mujer sencilla. O tal vez por eso mismo. Orgullosa de sus hijos y nietos, llevando sus casos de familia. Cuando la vi por última vez no vi en ella nostalgia del gran mundo al que pertenecía y que había sido llevado por el viento. Solo un mujer en paz consigo misma, dando una lección de clase, que es la más difícil de aprender. 

 

Es triste cuando lo amigos se van

Oscar López Pulecio

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